Primer paso del sueno

Una pesada jornada acabó;
la funda de mi almohada
mi agusanada mente destiló,
salvándome de la usanza.

Caía en un océano de astros,
y el agua no ahogaba,
y la escarcha no calaba.

Surcando aquella astralidad,
hubo futura niña fantasmal,
harpías de lengua de cuchilla,
hombres lápiz sin apenas afilar.



En mi hombro encontré, pues,
juventud de aquel tonto sabio,
sosteniendo un muy viejo cofre
en sus manos de aún cachorro.

Y paseábamos el mar de astros,
y sus ojos a veces perdidos,
y su caja lloraba adentro.

Entonces descendió fuego estelar,
tarde a trazar formas de carbón.
Preciosa en cuerpo de flama,
La chica de bermejo moratón.

Y oscuro pasado portábamos,
y su tímido brillo candente,
y su sangre de ríos secos.



Y la triada ya formada,
El príncipe de un corazón,
La estrella de la pasión,
El ermitaño de un rincón.

Y luchamos bestias y bellas,
Y las mil y una noches,
Y luces y verbenas.

Una marea abrió los canales
de nuestra hermosa estrella;
de rubí, chorros, caudales,
el fluido apenas achicaba.

Mi estómago, impaciente,
roídas todas las paredes,
mugre corretea en mi mente,
y las lombrices se retuercen.

Corazón quedo, horrorizado,
entrañas el paso fue dejando;
clara su sangre, envueltos,
fuimos de él, poco a poco.

Y saltando fuimos los muros,
Y piernas amputadas,
Y lloro en júbilo.



Y el sol de lunes me despierta,
Y tierra yerma,
Y lluvia árida.

Si ya regreso, almohada de piedras,
no durará este aire de espinos.
Durante tiempo soñé con vida,
ya sé llegar a vivir un sueño.

Y el océano llevará mi hogar.
Y bella estrella irradiará.
Y nuestro príncipe latirá.
Y el rincón peregrinará.

VII